El aprendizaje es comprendido como un
cambio permanente de la conducta
producido por la experiencia. Dicho proceso puede ser entendido a partir de
diferentes posturas, lo que implica que existen diferentes teorías vinculadas
al hecho de aprender.
La
psicología conductista, por ejemplo, describe el aprendizaje de acuerdo a los cambios
que pueden observarse en la conducta de un sujeto, el cual aprende en cierto modo
a partir de la imitación.
La perspectiva constructivista, en general, puede situarse en oposición a
la instrucción del conocimiento. Desde esta postura, el aprendizaje puede
facilitarse, pero cada persona construye su experiencia interna y sus propios
conocimientos de forma subjetiva, la construcción de la realidad es distinta
para todos.
Esta manera de ver el aprendizaje, está basada en el
antecedente de que todos los que aprenden buscan sentido a sus propios mundos
(construyen), por medio de sintetizar nuevas experiencias con lo que ya saben y
comprenden. Por lo tanto, en esta línea creamos al mismo tiempo que consumimos conocimientos.
En el aprendizaje intervienen muchos factores, de los cuales
algunos son intrapersonales y otros interpersonales. En el proceso de
enseñar-aprender intervienen todos globalmente, con una interconexión dinámica.
Por esta razón, el
propósito de las teorías educativas es el de comprender e identificar estos
procesos y a partir de ellos, tratar de describir métodos para que la
instrucción sea más efectiva y se adapte más a la diversidad del alumnado.
Sin embargo, muchos
docentes reconocen que son escasas las herramientas que poseen para enfrentar
las situaciones que se suscitan en la escuela. Lejos de negarse o de cerrarse,
los profesionales solicitan recursos didácticos y formas de intervención que
les sirvan como estrategias en su tarea cotidiana.
En este sentido, la
interacción maestro-alumno cobra gran importancia en la educación, pues
dependiendo de la relación que se establezca, el aprendizaje tomará una
dirección u otra.
En mi opinión, los
alumnos deben sentirse libres para
equivocarse y aprender de sus errores. Sin una buena y eficaz relación
didáctica, sencillamente no hay una buena comunicación entre profesor-alumno y
por lo tanto, se producirá un desajuste tanto en la forma de enseñar como de
aprender.
La comunicación eficaz
requiere de habilidades sociales tales como escuchar empáticamente, transmitir
claramente las ideas propias, entender y debatir acerca de las ajenas, negociar
o mediar evitando que los desacuerdos se conviertan en conflictos irresolubles.
Si queremos que la
calidad de la educación se vea beneficiada, es relevante que el maestro tome
conciencia de la importancia de la “interacción” y lo aplique dentro de su
práctica educativa, ya que únicamente así se fomentará el rendimiento escolar.
Para ello, es necesario
cuidar el clima del aula, el ambiente de aprendizaje de una escuela eficaz sólo tendrá lugar si se consigue que éste sea
tranquilo y agradable para sus participantes, tanto profesores como alumnos. De
igual modo, se realza el valor del ambiente físico, como espacio atractivo, en
el mismo sentido que la atmósfera psicológica, es decir, que sea grata para sus
implicados.
En definitiva, podemos
orientar más el aprendizaje de los niños si conocemos como aprenden, si sabemos
cuáles son las estrategias didácticas a seleccionar y sobre todo si tenemos
conocimientos para poder adaptarnos a los diferentes estilos de aprendizaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario